Programa RTVE: ¿Quién educa a quién?

¿Quién educa a quién? es un espacio de debate, emitido en Televisión Española tras la serie HIT, para hablar de algunos de los temas que en ella se muestran. Para el cuarto programa se hace una mesa redonda sobre el acoso escolar y el ciberacoso.

A finales de 2020, llegó a Televisión Española una serie creada por Joaquín Oristrell, HIT, que buscaba generar un debate en torno a cuestiones vinculadas a la adolescencia y a los métodos de enseñanza tradicionales de una forma directa. Posteriormente, se emitía un espacio de debate con el título de ¿Quién educa a quién? para generar un espacio de reflexión donde profundizar y ampliar uno de los temas que se pueden extraer de la ficción televisiva.

En su cuarto programa se puso el foco en el acoso escolar y, debido al impacto de las redes, en el ciberacoso. Para su realización, la presentadora Mamen Asencio contó con el acompañamiento de una serie de invitados que aportaron distintas perspectivas sobre el asunto: Natalia de Agustín, una joven víctima de acoso (protagonista y autora del libro "Resistiré"); Xavo Vilacrés, un joven que para salir del rol de víctima se situó en rol de agresor; Lourdes Repiso, periodista que pone el foco en la figura del acosador y la necesidad de gestionarlo; Iñaki Zulueta, profesor del Colegio Trueba de Bilbao, donde se lleva unos años trabajando en un espacio para trabajar esa inteligencia emocional; Enrique Serrano, hacker ético y colaborador de Stop Haters, la primera asociación contra el ciberacoso en España; Javier Carretero,  profesor que remarca la necesidad de entender a los estudiantes y sacar lo mejor de ellos, y  Mar Valdeita una madre de una víctima de acoso y vicepresidenta de la Asociación Madrileña contra el Acoso Escolar (AMACAE).

En el programa también interviene la conocida actriz, cantante y bailarina Beatriz Luengo, explicando su caso y cómo lo superó.

El problema tratado es un hecho muy presente en nuestra sociedad y, según datos de ANAR, aproximadamente 200.000 de los 8 millones de estudiantes en España sufren acoso escolar. Paralelamente a estos datos, la OMS afirma que el 7/5% de los niños y el 4’3% de las niñas son víctimas de este fenómeno. Y, actualmente,  con la presencia en aumento de las redes, estas son una herramienta que ayuda a que este tipo de situaciones empeore y se magnifique. Partiendo de esto, en el transcurso del programa se fueron discutiendo una serie de interesantes factores vinculados con el presente asunto.

Muchas veces el acoso se inicia con las etiquetas, justamente durante este período de pandemia se ha ido derivando un nuevo bullying que parte de insultos como ‘coronita’ y que promueve una exclusión. Justamente en relación con estas, Xavo Vilacrés apuntaba que el problema de ellas es que “no somos nosotros las que nos las atribuimos”. Por esta razón, acababa sus intervenciones afirmando sobre la importancia de conocerse unos a otros y proponiendo que “si las vamos a mencionar (las etiquetas), que sea porque nos las ponemos nosotros”.

A partir de este etiquetaje, se abordó los tres roles principales que están presentes en cualquier forma de acoso: la víctima, el acosador y los observadores. Una de las aportaciones que se propusieron giró sobre la decisión de perfilar a estas personas. Muchas veces quien se tipifica es la víctima y se buscan los porqués de que lo haya acabado siendo, pero en ¿Quién educa a quién? se trató la necesidad de primar al acosador a la hora de perfilar a alguien. Precisamente, se habló de que en varias ocasiones  el acosador no busca a una víctima por una razón específica, sino por la necesidad de aprobación del resto. En consecuencia, Natalia hizo hincapié en empezar a dejar de ver a la víctima como vulnerable. Ella afirmó que en realidad la víctima es una persona fuerte, una superviviente, y el acosador es el verdadero vulnerable, aquel que muestra carencias y una persona cuya imagen preconcebida de  “el valiente” o “el fuerte” es errónea.

No obstante, la culpa no reside en la figura del acosador, aquellos que observan son igual de culpables y, parafraseando las palabras de Zulueta, son el oxígeno para que el acosador siga actuando de la forma cómo lo hace. Sin esos cobardes que no actúan ante las injusticias, muchas veces el acosador pierde el interés en seguir haciendo bullying. Por consiguiente, es necesario visibilizar la culpabilidad de aquellos que contemplan sin interceder y hacerles entender la diferencia entre un chivato y una persona cívica y sensata que denuncia a un compañero por su comportamiento perjudicial contra otro.

Asimismo, como ha sido mencionado, las formas de acoso se han ido adaptando a los nuevos tiempos y a las nuevas tecnologías. Esto lleva a que en la actualidad 1 de cada 4 casos de acoso se produzca en forma de ciberacoso. Estos datos revelan la peligrosidad de la nueva era digital donde las redes promueven un anonimato, una presencia constante y un eco mayor que lleva a incrementar el impacto negativo de las distintas expresiones de ciberacoso. Estas mismas provocan una insensibilización en las personas ante actos violentos que, por su constante compartición por redes, se acaban normalizando.  Para evitar todo esto, se enmarcaron tres elementos importantes: el control parental ante un uso excesivo y temprano del móvil, la moderación en el uso de las tecnologías para sacar únicamente un provecho positivo de ellas y la construcción de una relación de confianza entre padre e hijos para conseguir una buena comunicación paternofilial.  

Sin embargo, esta relación de confianza es esencial construirla en las escuelas, unos espacios en los que se remarcó que el alumno debe sentirse protegido y atendido.  Para ello, se apuntaron a dos valores esenciales que necesitan mucha más presencia en los centros educativos: la empatía y la escucha. Ambos parten de una enseñanza emocional, la cual se debería de introducir desde edades muy tempranas para que los alumnos puedan  poner nombre a sus emociones, hablar de ellas y gestionarlas. Pero ese trabajo emocional –que tendría que primar sobre un currículum maravilloso-, según Mar Valdeita, es difícil de ir incorporando en los menores, porque es una asignatura pendiente con los adultos. Y, aún así, es una educación esencial para hacer mejores personas.

A pesar de todo ello, todos los participantes estuvieron de acuerdo en que el acoso escolar persiste, porque de igual forma persiste un problema en las administraciones educativas, en la política y en la legislación. En el presente, sigue existiendo una tipificación por parte de las administraciones; el código penal continúa sin incluir el acoso escolar como un delito independiente y muestra una problemática en definir la edad a partir de la cual imputar o no estas actitudes, y, según alguno de los hablantes, todo esto lleva a pensar que “a los políticos no les interesa”, porque “están más cómodos con un país de cazurros que con uno de personas inteligentes”.

Sea como sea, tras el debate quedó clara un hecho: el acoso y el ciberacoso son un mismo problema que infiere a toda la sociedad. Por ello, cada uno de nosotros tiene la responsabilidad moral de actuar contra estas acciones, frenarlas en caso de verlas y poner su granito de arena para conseguir erradicarlas.

 

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